23 de enero de 2007

A la chica que amé durante tres semanas

Somos un cuento que empieza así rimando:
Dos polillas se encontraron cuando junto a la llama de una vela de cera
una permanente curiosidad insatisfecha se apoderó íntegramente de ellas.
Quisieron ser las mariposas que se tocan con delicadeza,
llevar poco a poco las cosas, amarse con pereza,
pero se abandonaron a la fuerza que las arrastró con presteza
hacia el centro mismo de la llama, en lo alto de la candela,
dónde se enardecieron hasta el arder de lo que fueron,
cayendo en silencio, sin besos, sin te quieros,
hasta chocar contra un suelo ausente de sentimientos,
convirtiéndose así en un recuerdo de lo que fueron.
Más ahora veo un gato que anda gateando,
oteando tal vez de vez en cuando,
más ya no hay vela que la vea para verla,
sólo cenizas grises y amargas reposan juntas sin vida,
puesto que donde hubieron insectos revoloteadores,
quedaron sendos corazones voladores,
esperando devenir polillas una vez más.

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