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15 de noviembre de 2008

El Sida

“Meterse” con el SIDA es complicado, es un dogma de fe, una creencia que no admite dudas acerca de su veracidad, una palabra con la que se especulan y ganan millones de dólares, una enfermedad que tiene más poder que la iglesia para restringir la proliferación de la humanidad, pero, ¿es real? Mi propósito no es desvirtuar esto que “conocemos” como SIDA, pero me gustaría, basándome en personas y hechos reales, arrojar un poco de luz sobre aquello que se denomina “la peste del siglo XXI”.
Empezaremos por su historia. A principios de los ochenta, los doctores Montaigner y Gallo aislaron el VIH, creando un gran revuelo mediático y una nueva “enfermedad” en la que invertir millones de dólares para su investigación. El VIH se convirtió en el verdugo del mal, del sexo y de las prostitutas, homosexuales y drogadictos, hasta que llegó Karys Mullis. Este premio Nóbel de química en 1993 dijo: “no hay evidencias científicas de que el VIH sea el causante del SIDA”
¿Qué es entonces lo que provoca el debilitamiento del sistema inmunológico?
“El SIDA es el resultado de la quimioterapia farmacéutica” dijo Walter Gilbert, premio Nóbel de 1980.
Se sabe que el VIH es muy escaso en proporción a la cantidad de gente que muere de SIDA, en cambio, hay drogas y medicinas, como el AZT (Zidovudina- Retrovir), que son grandes inmunodepresores, y que podrían estar causando el SIDA junto con otros factores todavía desconocidos. La tesis del doctor Gilbert, según la cual podríamos llegar a la conclusión de que las farmacéuticas se aprovechan y fomentan la proliferación de esta enfermedad para su propio beneficio, no parece muy descabellada.
También hay quienes alarman a las masas advirtiéndoles de que no se hagan las pruebas del SIDA, conocidas con el nombre de “Elisa” y “Western Bolt”, porqué les podrían salir erróneamente positivas. Quizá lo hacen debido a que la falta de estandarización de estas pruebas da como resultado que una persona que da positivo en África no lo sea en otro continente, como en Australia. La verdad es que como en África no hay recursos monetarios se recurre a la observación clínica conocida como “definición Bangui” respaldada por la OMS y que consiste en una serie de puntos que el sujeto debe cumplir para convertirse en enfermo de SIDA; a) dos signos mayores más uno menor (los niños tienen suficiente con dos mayores) y b) un signo pantognómico, que no es más que el signo representativo de una enfermedad en concreto, como por ejemplo el sarpullido de la viruela. Los signo mayores son: pérdida de peso, crecimiento anormal, diarrea y fiebre. Si siguiéramos la definición “Bangui” al pie de la letra, media África tendría SIDA. Curioso, eso es lo que dicen los medios de comunicación...
Finalmente reitero que no tengo la pretensión de desmontar la teoría del SIDA, sólo quiero hacer eco de todas las voces que surgen en contra de esta enfermedad con argumentos de peso a su favor.
¿Cuantas personas habéis conocido que hayan muerto de SIDA?
¿Y en un accidente de tráfico?

La información la he sacado de un artículo de Francisco Llinares Coloma: SIDA ¿Mito o timo?
http://www.rankia.com/blog/llinares/2008/02/ejercicio-de-discernimiento-sida-mito-o.html